Muchas tardes, al salir del colegio, Candela y Jorge vienen a casa. Para
entretenerlos les pongo en una mesa, una lámina para cada uno y que pinten lo
que quieran. Yo controlo los pinceles y les voy indicando cómo tienen que
hacerlo para que sea lo más limpio y artístico posible. A Jorge le ha dado por
dibujar a lápiz, cosa que no me gusta, pues es mejor que comiencen ya a usar
los pinceles y las acuarelas desde el principio. Ha dibujado algo que se parece
a un ojo. De hecho ha escrito debajo la palabra OJO. Cuando se ha ido y me ha
dejado el dibujo en mi escritorio he tratado de analizarlo y ver los detalles
que él ha intentado dibujar. Me ha parecido tan interesante y tan curioso que,
ni corto ni perezoso, he cogido las pinturas y me he dispuesto a colorear lo
que él ha dibujado. Esto que veis es lo que he pintado. No es nada del otro
mundo pero a mi entender ha quedado bonito y agradable a la vista. Un dibujo
sencillo, infantil, con unos colores llamativos.
Pero ¿qué ha pasado? Al día siguiente, Jorge ha vuelto a casa a la misma
hora. Y en mi escritorio estaba el dibujo que él había hecho, y coloreado por
mí. De momento se ha que dado mirándolo. Poco después me dice:
- Ese dibujo lo he hecho yo.
- Claro. Es el que dibujaste ayer.
- Pero esos colores están mal. Esos colores no son.
- Bueno, yo he intentado colorearlo pensando que te gustaría.
- ¡Nooo! ¡Eso está mal! Esos colores no son. ¡Quítalos!
- Pero ya no se puede.
- Me da igual. Ese era mi dibujo y ahora está mal. Fuera. No me gusta.
Devuélveme mi dibujo.
Menudo problema. Y ¿qué hago ahora?
- Dámelo.
Ha cogido el dibujo, lo ha arrugado, lo ha comenzado a romper, ha tirado
los trocitos por el suelo. Y él mismo ha empezado a gritar, se ha vuelto
histérico y no ha parado hasta que ha destrozado totalmente el dibujo.
¿Qué pasa por la cabeza de un niño?
¿Queremos enmendarles la plana?
¿Saben ellos lo que hacen?
Esto es un misterio. Mejor dejemos las cosas como están.